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27/12/2022Cada rincón, cada sombra, cada conversación es convertida en poesía, es el gran misterio de una ciudad que lleva la poesía en los genes, que se cuestiona y se goza en verso. Es una realidad construida con las manos de una enorme lista de poetas que hicieron de Cuenca la ciudad de la palabra dulce. Todo es Poesía en Cuenca, sus calles, sus colinas, su arquitectura, las flores, los pájaros y sobre todo su gente. Ciudad hilvanada por versos, rimas y leyendas, la ciudad de los poetas dibuja una auténtica cartografía lírica. El poeta desnuda la palabra y los sentimientos, se siente profundamente atraído por su silencio y su pureza. La poesía cuencana ha dejado un importante registro de la metamorfosis de la ciudad. La ciudad es fuente de creación, afinidades y temores que se vierten en sus ríos.
Las letras son el aire, el rayo de esperanza, el anhelado recreo, son el grito con el que los poetas han movilizado a sus masas, poetas reconocidos, anónimos, inmortales, poetas ilegales, callejeros o en las sombras, pero poetas. La poesía es la continuación de la guerra por otros medios, porque la poesía es también un arma por la liberación total del hombre y de los pueblos. El poeta es un ser con sensibilidad social que hace de la poesía su instrumento de convocatoria, de canto y de exaltación de las cosas más puras y bellas del ser humano, comprometido con la palabra y con su visión de la vida.
El papel del poeta y de la poesía en la sociedad es la de sensibilizar y hacer de los seres humanos, seres más humanos frente al mundo injusto y cruel que nos ha tocado vivir. En el canto de los poetas se reconoce el espíritu de un pueblo o de una sociedad y aunque nos hemos acostumbrado a ver la poesía solo consignada en los libros, seria divino y maravilloso ver la poesía escrita en los árboles, como los enamorados dibujan corazones atravesados por una flecha, en los periódicos, en el cielo con o sin estrellas. El día que el ciudadano recupere su sensibilidad perdida podrá ver la poesía en las cosas más insólitas o naturales.
Si bien la dilatada y fructífera trayectoria de la ciudad en el campo de las letras y la poesía, nos brinda un acervo acumulado, no es nada cierto que se ha dejado de escribir poesía. Por qué no generar espacios, que permitan formar nuevos escuadrones de poetas, que usen la palabra como arma en contra de la inequidad y el desamor. Formemos escuelas de poesía, públicas o privadas, para niños, jóvenes y adultos. La poesía debe tomarse las calles de la ciudad, pero elegantemente y dejándose ver en contadas ocasiones y ante los ojos de quien sabe encontrarla la ciudad se convertirá en epicentro poético de la patria. (O)