Si bien el 11 de febrero es un día para reconocer a las mujeres y a las niñas en la ciencia, es importante reflexionar esta proclamación a través de los lentes de la interseccionalidad, es decir evidenciar los distintos tipos de discriminación y desventajas que enfrentan las científicas no solo por ser mujeres sino por otras categorías como la etnia, clase, orientación sexual, discapacidad, entre otras, que no operan de manera independiente, sino que interactúan y se superponen.
En la última década se ha registrado un aumento paulatino de mujeres en instituciones de educación superior, al alcanzar el 41% del personal investigador a nivel mundial. Sin embargo, datos del Observatorio de Mujeres, Ciencia e Innovación del año 2021, señalan que únicamente el 28% de ellas se incorporan a carreras como Ingeniería Civil e Informática donde, además, en campos como la inteligencia artificial, de cada cinco profesionales, tan solo una es mujer.
Estas cifras son el reflejo de un contexto académico y profesional, desde etapas formativas, en donde cada vez más niñas y adolescentes mantienen serios obstáculos para finalizar sus estudios debido a niveles altos de pobreza y violencia que incrementa globalmente.
Los esfuerzos que hacen programas impulsados por grupos de científicas y profesionales a nivel mundial y nacional para fomentar la participación de las mujeres en la ciencia, como el caso de la Red Ecuatoriana de Mujeres Científicas -REMCI-, o del Programa de Mentoría para Mujeres Científicas -PROMEMCI- de la Universidad de Cuenca, constituyen espacios claves para hablar, visibilizar y difundir la profunda brecha entre géneros dentro de la ciencia.
Sin embargo, la problemática del limitado número de mujeres científicas no radica tan solo por su posición sexo-genérica, la discriminación en detrimento de las mujeres se intensifica por su etnia, clase, estatus migratorio, entre otras categorías. En otras palabras, las mujeres somos miembros de múltiples comunidades simultáneamente, y, por lo tanto, enfrentamos opresiones y privilegios al mismo tiempo. Por ejemplo, una mujer puede ser una académica respetada y, al mismo tiempo, experimentar violencia doméstica por su pareja. Es en este contexto, donde se resalta el propósito de la interseccionalidad en la ciencia descrito por Kimberlé Crenshaw, al indicar que la diversidad de situaciones y realidades en las que se encuentran las mujeres, permite develar las varias formas de discriminación y desventajas que surgen debido a su posición en la sociedad, lo que permitirá definir estrategias y políticas públicas en temas de educación y ciencia más inclusivas y por lo tanto eficientes y sostenibles.
Los pueblos indígenas y afrodescendientes enfrentan brechas educativas significativas. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, en varios países de la región latinoamericana, las estudiantes indígenas tienen una tasa de finalización de la escuela secundaria 20 puntos porcentuales inferior a la de sus pares no indígenas. En este mismo sentido, los estereotipos y prejuicios culturales pueden afectar negativamente la participación de las niñas y adolescentes indígenas en la educación, al enfrentar expectativas limitadas basadas en roles de género tradicionales que obstaculizan su continuidad en niveles de educación superior.
A todo esto, es pertinente mencionar algunas de las razones por las que es importante apostar por la promoción de la participación activa, equitativa, pero, sobre todo, interseccional de las mujeres en la ciencia. La diversidad de géneros en la ciencia aporta diferentes perspectivas y enfoques a los problemas mundiales. La participación de las mujeres en el ámbito científico mejora la calidad de la investigación porque hay situaciones que solo viven las mujeres. Las científicas pueden abordar problemáticas que han sido invisibilizadas por los hombres, como plantear preguntas de investigación que den soluciones innovadoras a problemas como cáncer uterino o cómo crear espacios urbanos más inclusivos para las mujeres.
Además, la presencia de mujeres, en especial aquellas que lograron superar situaciones de pobreza y violencia, y que actualmente están en roles destacados en la ciencia, sirve como modelo a seguir para las generaciones futuras. Al ver a mujeres exitosas en campos científicos, las jóvenes pueden sentirse inspiradas a seguir carreras en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM). Finalmente, la ciencia desempeña un papel crucial en abordar los objetivos de desarrollo sostenible, como el cambio climático, la salud pública y la seguridad alimentaria. La inclusión de perspectivas de géneros garantiza que las soluciones propuestas sean más holísticas y efectivas.
En conclusión, la presencia de mujeres en la ciencia desde la interseccionalidad es esencial para construir una comunidad científica más fuerte, justa e innovadora. Además, abordar las barreras que enfrentan las mujeres en la ciencia es un paso crucial hacia la consecución de objetivos más amplios de equidad de géneros en la sociedad. Por lo que los esfuerzos de quienes impulsamos la participación de las mujeres en la ciencia, deben verse encaminados en generar ambientes académicos más plurales y diversos, en donde quepamos todas las mujeres.
Autora: Estefanía Palacios Tamayo