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02/10/2023Respetado lector ¿se atrevería usted a realizar un ejercicio especial visitando ciertos sitios de la ciudad, pasada la medianoche? Sitios en donde los habitantes de la calle hacen de portales y rincones su hotel, en donde duermen cubiertos de periódicos, cartones y telas multicolores. La realidad es bastante dolorosa y casi normal para quienes pasan impávidos e indolentes. Los habitantes de la calle me han confesado cautelosos, cómo se desarrollan las noches en ciertos espacios de la ciudad.
Carlos me comenta: “Lo más duro de dormir en la calle es el frío y el miedo de amanecer muerto”. Entre oraciones dubitativas y reflexiones, él intenta describir lo que está sintiendo. “Con los años uno se acostumbra a vivir así, acostumbrarse a dormir en la calle, a comer de una bolsa, porque uno se convierte en un perro, en un roedor, comer basura lo motiva a caer más bajo, a robar, nosotros, cuando estamos en la calle, somos títeres del diablo, cuando se llega a un lugar como esos, es porque ya se perdió todo: la familia, la dignidad, los valores, hasta la moral y el respeto por uno mismo” finaliza. En el mar de las historias, se acumulan anécdotas de personas que dejaron casa, familia, amigos, para esconderse, para huir. Las historias de abandono se entrelazan, todas son parecidas, niños que fueron abandonados por sus padres o que salieron de su casa por malos tratos.
Algunos se conocen a fuerza de tanto coincidir en las calles, en la desesperanza, mientras unos gastan las horas jugando cartas, bebiendo, conversando sin profundizar, otros se aíslan sólo para mirar en silencio. En la mezcla de olores, de olvidos, de silencios, se suman perfectos desconocidos que sólo tienen en común el anonimato que los hace encontrarse en las calles y huir de su vida.
Se requieren normativas y programas encaminados a la búsqueda de la seguridad alimentaria, salud, atención psicosocial y reconstrucción de redes familiares que constituyan servicios que ofrezcan centros a favor de las personas habitantes de la calle. Centros que se conviertan en una posibilidad para que tengan la oportunidad de la recuperación de hábitos en lugares dignos donde vivir, mientras reconstruyen sus lazos familiares, emprendan proyectos productivos y de generación de ingresos y abandonen finalmente la habitabilidad en la calle. La Cuenca Profunda, la de la noche, la del dolor requiere de acciones que permitan organizar centros de acogida u hoteles para habitantes de la calle, con el apoyo del sector público y privado. Insto a las instituciones, estudiar la temática y repensar la ciudad, desterrando la exclusión y la indiferencia.
Las fuentes de financiamiento para estos centros de acogida u hoteles del día, pueden ser múltiples, como por ejemplo la creación de una tasa de solidaridad de aportantes personas naturales y jurídicas, así como también mediante ayuda internacional. Lo cierto es que hay que trabajar con más fuerza para ir cerrando las brechas existentes en nuestra sociedad. (O)