Hasta siempre amigo Rubén Darío Soliz Cabrera
14/10/2020Huahua: El testimonio y el sitio
17/10/2020A un año de la revuelta de octubre 2019, el oficialismo continúa su campaña por posicionar el discurso del caos y deslegitimar la lucha popular. El pasado 12 de octubre, la Ministra de Gobierno, María Paula Romo, junto a su asesora Amelia Ribadeneira lanzaron el libro “Octubre, la democracia bajo ataque”; cuyo discurso marca la narrativa oficialista, a través de dos elementos:
1. El encasillamiento de toda oposición al gobierno como correista: subestimando la presencia popular, espontánea y diversa, sobre todo caracterizada por el sector estudiantil y el encabezamiento del sector indígena, que había marcado distanciamiento de Correa hacía ya varios años.
2. La negación del uso excesivo de la fuerza y la actuación represiva durante las protestas de octubre, aunque claramente los hechos contrasten.
Mientras Romo insiste en que las muertes fueron “accidentales” y, Rivadeneira señala como accidental a muertes como la de Inocencio Tucumbi; su hijo Angel sostiene que su padre falleció el 9 de octubre (2019) producto del disparo de un perdigón y el atropellamiento con caballos policiales; el día anterior Moreno había Decretado toque de queda.
Estos contrarrelatos desmontan el discurso oficial, a través de los hechos y vivencias de quienes estuvimos del lado de calle.
Recuerdo, ese entonces era servidora pública, con temor de perder el trabajo a la hora de salida iba a las manifestaciones, porque sentía algo había que hacer frente a las medidas del gobierno.
El día del Paro Nacional una de las imágenes que retumba en mi memoria es la llegada de un grupo de gente desde los cantones: mujeres jaladas sus wawas, porque era lo que tocaba para quienes no tienen cómo encargar o pagar por su cuidado; adultos mayores, jóvenes, todos en volquetas se dirigían de forma simbólica y pacífica al centro de Cuenca, en donde está la Gobernación.
Avanzaron dos cuadras mientras la gente abríamos paso entre aplausos; de pronto, las bombas sonaron y una neblina de humo invadió el espacio, se escucharon gritos, los zapatos correteando, la gente tosiendo. Yo había corrido hacia las transversales para evitar un poco el humo; allí, vi gente asfixiándose, no paraban de toser y lagrimar, con sus camisetas se cubrían no tenían pañuelos; yo cargaba en la mochila vinagre y sal; mojé su ropa, la de quienes podía y les daba sal para que en algo se alivien. No venían preparados(as) para la represión…
El libro “Estallido: La rebelión de Octubre en Ecuador” de Leonidas Iza, Andrés Tapia y Andrés Madrid; pone sobre la mesa dos momento importantes en octubre:
Del 3 al 9 de octubre en donde se plantea la judicialización de la política como estrategia de criminalización de la protesta social en el marco del cual se detuvo a varios dirigentes y líderes índigenas y de organizaciones sociales y políticas de oposición, imputados por causas como “paralización de servicio público” (dentro de ellos el prefecto de Sucumbios), “conformación de grupos subversivos” e “instigación” (la mayoría dirigentes indígenas) y “rebelión” (incluida la Prefecta de Pichincha).
Un segundo momento que va del 9 al 13 de octubre, momento de represión; a través del uso de dispositivos para infundir terror, como el toque de queda utilizado por primera vez en mucho tiempo desde el retorno de la democracia al país. Producto de esta represión, 11 personas perdieron su ojo por impacto de perdigones y bombas lacrimógenas, 11 murieron y un aproximado de 1.700 resultaron heridas.
Así, el atentado a la democracia claramente está dado por parte de un régimen que ha querido sostenerse a partir de formas totalmente contrarias a ella: la represión, la persecución, y el silencio son pan de cada día. En octubre y hoy, la gran prensa oculta o manipula la información; ni un solo medio había en la calle, casi no había transmisión; y a través del bloqueo mediático, como bien decía Amelia Rivadeneira en su discurso de lanzamiento del libro, la prensa claramente ayudó a sostener la “democracia”.
Así mismo, Romo insiste en que octubre fue caos y que se quiso incendiar al país; en que la toma de “instalaciones estratégicas del Estado” fue un sin sentido político y una forma de implantar “proyectos políticos en donde no habría cabida para todos”; pero claramente no entiende que no se puede abstraer lo político de lo económico. La toma de pozos petroleros, antenas y carreteras por parte de las y los indígenas es un claro cuestionamiento a un proyecto económico desigual e invasivo, al silencio mediático y su alianza con el poder y a la exclusión.
Mientras desde el oficialismo se sigue viendo a los hechos de octubre y a los indígenas como bárbaros, alineándose a discursos como el de Lasso que hablaba de regresar a la democracia y la civilidad, o al de Nebot que amenazantemente mandaba al páramo; nos-otros (as) vemos a octubre como memoria, como aprendizaje y como acumulado para la ¡Resistencia! (O)