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31/07/2023Salvador Cabrera, conocido como el Pacharaco, era un individuo alto, de aproximadamente un metro setenta y ocho, contextura delgada, pelo crespo que lo cubría con una gorra militar, nariz aguileña. Por el año de 1947 vivía en el barrio del Chorro, era una persona normal, ayudaba a su madre y hermana entregando las viandas de comida al personal de la Tercera Zona Militar, por este motivo se hizo querer de los uniformados y tenía fácil acceso a las instalaciones, por lo que fue creando un mundo de fantasía, soñando como sería él de militar.
Para inicios de 1950, su madre fallece quedando en la calle con su hermana Zoila, ante estos acontecimientos los militares del cuartel ubicado en la Rafael María Arízaga y Hermano Miguel, les acogen y adecuan un cuartito con dos camas para él y su hermana, con la condición que ayuden al ranchero en lo que esté a su alcance.
Encontrarse dentro de estas instalaciones más el fallecimiento de su madre, perturban la mente de Salvador. Los conscriptos ante el actuar de Cabrera que les imitaba en todo, le regalaban la ropa que quedaba en desuso, por esa razón llevaba siempre cazadora, pantalón verde y unas botas extragrandes, con las que orgulloso recorría el cuartel y bajaba a realizar las compras para el rancho al Mercado 9 de Octubre.
Durante el trayecto iba aconsejando a los niños que no deben ser vagos ni faltar a clases, lo hacía con voz fuerte, con el tiempo se convirtió en agudos gritos.
Con el pasar de los días los conscriptos por hacerle burla le regalan un “ Látigo” de cuero, esto fue lo que terminó con la poca razón que le quedaba, ya no solamente gritaba, sino que utilizaba el “fuete” para reprender a los niños y vagos del barrio; ante esta actitud los muchachos del barrio empiezan a gritarle Pacharaco, considerando que Pacharaco es un ave de la orden de las gallináceas parecido a los gallos de pelea, y él se le parecía por su manera iracunda para enfrentarse a quien consideraba sus rivales .
El agravio lo enfurecía y chicote en mano que iba tras quienes le ofendían, pobre de aquel infeliz que no lograba correr a tiempo, se llevaba un recuerdo en su espalda para toda la vida. Los muchachos del sector se congraciaban con éste, con la finalidad de que no les persiga con el látigo, solían regalarle escarapelas, medallas y todo cuanta chuchería encontraban, el Pacharaco al recibirlo lo hacía con toda la formalidad de un militar, se ponía en su pecho, blandiéndolo orgullosamente, es de esta manera que poco a poco la cazadora militar se fue llenando de escarapelas, medallas, chatarras, lo que el feliz llamaba condecoraciones militares por los servicios prestados
Antes de las 9 de la mañana marchaba presuroso en compañía de su hermana Zoila a quién empezaron a llamarle Pacharaca. Salvador salía desde el cuartel ataviado con todo el atuendo militar, a más de las botas extragrandes empezó a utilizar polainas hasta las rodillas, nunca dejaba el látigo de cuero que lo blandía fuertemente contra el suelo cuando los muchachos del barrio se atrevían a gritarle Pacharaco. De las instalaciones militares bajaba directamente al mercado 9 de octubre, lugar donde compraba las provisiones para que el ranchero prepare los alimentos a los conscriptos. Mientras bajaba por la Hermano Miguel hacia el mercado se convertía en una especie de justiciero, persiguiendo cabestro en mano a los ociosos, borrachos y alguno que otro estudiante que se había ranclado del colegio para aplicar justicia y llevarlos por el buen camino.
Ya en el mercado su oratoria cambiaba, y empezaba los relatos sobre el conflicto armado de 1941. Se sabía de memoria sobre la guerra con el Perú, recitaba con todo el patriotismo como los peruanos se apoderaron de nuestro territorio y en un arrebato de ira, se lanzaba contra los pobres cargadores, vendedoras y transeúntes acusándoles de peruanos, desatando su furia, látigo en mano contra los pobres infelices, muchos de ellos que ya lo conocían se ponían a buen resguardo.
En el Cuartel luego de las compras se dedicaba conjuntamente con su hermana Zoila, a repartir el clásico guineo con pan a la 10H30, para luego ir a la cocina a ayudar en la preparación del almuerzo del día para los “coshcos”. Dentro del regimiento tenía absoluta libertad para recorrer sus instalaciones, se consideraba la autoridad máxima, mientras blandía sus medallas y condecoraciones de chatarra dando órdenes que nadie cumplía.
Los conscriptos en su tiempo libre solían frecuentarle para burlarse y le solicitaban que les enseñe el manejo y limpieza del fusil, cosa que le llenaba de alegría, mientras los unos festejaban las ocurrencias del Pacharaco, este serio y con todas las formalidades, como alejado del mundo les explicaba a su manera, como desarmar, armar el fusil y la manera “correcta” de limpiarlo.
Todos los 24 de septiembre en las fiestas de la Virgen de la Merced, el Pacharaco se confundía con la multitud que llegaban de toda la ciudad a escuchar la Santa Misa. Los Militares tienen como patrona a nuestra señora de las Mercedes y salen en procesión recorriendo desde la Iglesia de San José del Vecino toda la calle Rafael María Arízaga hasta la Zona Militar. Ahí se le veía altivo, mesclado entre los militares al gran Pacharaco, el militar cuencano por excelencia lleno de broches y escarapelas que orgulloso blandía en su pechera.
El tiempo pasó y para 1965 seguramente el nuevo jefe militar ordenó que Salvador Cabrera abandone las instalaciones del Cuartel. A Zoila no se le volvió a ver por el sector y Cabrera empezó a deambular por la ciudad, muchas veces dormía bajo las gradas del convento de San Blas, Otras por los alrededores del portal de San Francisco hasta que cierto día del Pacharaco no se supo más, quedando solamente en la retina de quienes vivieron en el Barrio del Cuartel, del Chorro y de aquellos que lo conocieron. El pueblo poco a poco se fue olvidando de Salvador y Zoila ( la Pacharaca).
Texto: Adriano Merchán Aguirre
Derechos de Autor: Nro. CUE: 004867
Libro: Siluetas del Folklor Cuencano, época colonial y republicana
Fotografía: Bob Horowitz, tomado del grupo Cuenca Memoria y Testimonio
BIBLIOGRAFÍA:
- Centro Cultural El Cebollar: Personajes Populares de Cuenca, 2020.
- Parra Moreno, Adolfo: Rostros de los barrios de Cuenca, 2006.
- Rodríguez Muñoz Teddy: El Pacharaco, tomado del Facebook.
- Zalamea Piotr: Cuenca en cuentos
TESTIMONIO ORAL
Cáceres Marcelo
Miembros del Cuenca Memoria y Testimonio, octubre del 2021
Dr. Pablo Álvarez