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15/02/2021La libertad sólo reside en los estados en los que el pueblo tiene el poder supremo”, decía Cicerón, filósofo y político romano. La democracia que bajo el sentido conceptual es el gobierno y poder del pueblo, siempre se pretenderá menguarlo, digo yo.
El poder económico, la oligarquía y la plutocracia se disfrazan de democracia. Para ellos, la democracia radica en el capital que define el sistema en que vivimos, sus injusticias sirven para perpetuar el derecho de dominio. Su llamada democracia no es más que una oligarquía del poder al servicio de poderosos, quienes están en su juego sólo son siervos agradecidos que recogen las migajas y órdenes que desde la élite les dan, todos ellos “demócratas” que lucharán para que la democracia no se vea amenazada.
Los gobiernos capitalistas se creen legitimados al disfrazarse de democracia para poder crear la misma estructura represiva de siempre con total impunidad.
Los intereses entre la clase explotada y la explotadora son irreconciliables, no es posible llegar a un punto medio, en el supuesto que fuera justo pactar con la injusticia, pues la propia mecánica de la lucha de clases inclinaría la balanza definitivamente hacia un lado u otro como actualmente está pasando en el orden mundial del lado de los poderosos.
Sólo personalmente, como individuos y no parte de la sopa amorfa en que pretenden convertir a la colectividad, debemos preguntarnos en qué lado estamos y qué consecuencias tiene esa decisión, conocer que la democracia del capital no es más que la máscara de la barbarie y que cada mecanismo que ella controla sólo es un eslabón de la cadena que nos mantiene atados.
Desde nuestra orilla tenemos una noción distinta de la democracia de un régimen político. La democracia es justamente la lucha por la profundización y la radicalización de la democracia social y participativa, con la finalidad de construir una sociedad humana, justa y equitativa. Una democracia del pueblo, de amplia deliberación y protagonismo de multitudes, sigue siendo considerada como una “amenaza” para la estructura de mando y explotación del capital.
Constituye un reto para los ecuatorianos unificar la democracia política, la social y la económica. Hace falta la voluntad biopolítica de las multitudes para que democracia, sociedad, equidad y libertad sean una misma palabra: afirmación de la vida y la paz. (O)