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Para los ganadores y para un sector de la opinión pública internacional, fue un castigo a los golpistas, a la derecha que se tomó el poder, a los militares y fuerza policial que abandonaron al gobierno de Evo Morales y se pusieron de lado de los opositores, al gobierno de Estados Unidos que siempre tiene incidencia en los golpes de estado, a la OEA (principalmente al Secretario General Luis Almagro), a la corrupción del gobierno de facto y a su feroz represión y persecución política a opositores y líderes sociales…
También como un reconocimiento a la gestión del gobierno del MAS, con números muy positivos y no dichos desde el entonces gobierno y sus adláteres o sus coidearios, sino por organismos internacionales que no tienen la mínima simpatía con ese gobierno y peor con la izquierda. El mismo FMI reconocía como la mejor economía de esta región, con un crecimiento anual de un 5 por ciento; la Revista Forbes hizo un elogioso análisis de Bolivia (noviembre de 2019), con datos claros: reducción significativa de la pobreza y el desempleo (a la mitad), mejor ingreso per cápita… Y mucho tiene que ver el entonces Ministro de Economía Luis Arce.
En lo económico y social no había mayores razones para las críticas, sino que se centraban en lo político. Morales fue considerado como autoritario, más por sus opositores. Pero este adjetivo también depende de las posiciones e intereses políticos y otros.
Y el ex presidente alimentó motivos para ese calificativo: exageró en su personalismo. Hizo de su liderazgo como el eje único y no como una posición colectiva de diversos sectores sociales y políticos. Y se fue contra el pronunciamiento popular que le negó, aunque con escaso margen, una nueva reelección. Eso le costó, porque si bien se le reconocía su gestión, un sector -aun siendo afín o simpatizante- que Se disgustó que se postule de nuevo, como que decía: “soy el único capaz” y no dio espacio a otros, como el mismo ex vicepresidente Álvaro García Linera, un probado militante de izquierda y de gran talla intelectual, y a otros más.
Se dijo que hay entre un 5 y 8 por ciento que rechazó esa nueva postulación, y quizá ahora es lo que marca la diferencia entre el porcentaje obtenido por Morales del año anterior y lo que hoy obtiene su ex ministro de economía.
Todo deja lección. Esta diferencia amplia, de más del 25 por ciento al siguiente candidato, demuestra que por más bala, gases, persecuciones y campaña mediática hegemónica que haya, la conciencia de un pueblo no es fácilmente vulnerable, más cuando hay una estructura, que, diga lo que se diga, el MAS si la tiene.
Y para quienes hacen gala de egolatría y hasta un culto a la personalidad, quedó claro que si hay otros que pueden asumir el reto desde la misma línea. (O)