Del amor, la violencia y otros demonios
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02/12/2020Mientras haya una persona habrá una opinión, un juicio de valor, una creencia, una cosmovisión, gustos por una comida, preferencias artísticas, etc.
Y no sólo es un asunto individual. Hay grupos humanos identificados con una creencia, con una religión, con una doctrina política e ideológica, con una camiseta deportiva.
Ante eso surge la conocida recomendación: respetar a los demás, no sólo como personas, sino por sus formas de ser y de pensar. Que en muchos de los casos no pasa de ser un adagio de cliché, pero no tan real.
Sólo observemos lo que ocurre en lo político: Invocamos el respeto de la opinión ajena, pero si esa no es de nuestro agrado, las adjetivaciones abundan y muchas son crueles. Pobre del que discrepa, prepárese no sólo para recibir una retahíla de calificativos, sino hasta agresiones verbales y físicas. Lo que se encasilla en la frase coloquial: el delito de pensar diferente.
Entonces la opinión propia es la válida, la certera, la positiva. La otra: equivocada, demencial, torpe…
No se trata de respetar la opinión diferente, la contraria. Y peor si nos calificamos de democráticos y pluralistas, con libertad de pensamiento y de expresión. Y también ser tolerantes, aunque nos parezca absurda, de lo peor, infundada -porque es cierto que hay posiciones sin mayor reflexión ni conocimiento, más surgida desde la fe, el fanatismo-.
En nuestro país son comunes los calificativos de “borrego”, “burro”, “bruto”, “sanduchero”, “maricón”…, por identificarse con ciertos líderes o movimientos políticos. Y no sólo eso, pues además también merecedores de las acusaciones: “corruptos”, “ladrones”, “sinvergüenzas” y de todos los defectos o delitos endilgados a los políticos a los cuales sigue y apoya.
En el fondo, más respetamos y valoramos una opinión o posición política ajena sólo si coincide con la nuestra. Que todos piensen como nosotros. Error, porque tampoco nos gustaría que nos traten con el mismo desdén.
Pero hay una ironía constante: “que la política no sea la causa de enemistades personales” se dice. Discurso hipócrita, porque muchos de los que invocan este consejo, no se ahorran los insultos a los que no están con su posición, afectando aún a sus amigos y propios familiares. Las redes sociales son una muestra de eso. Y allí se ve una “matanza” más que un debate.
Debemos tener claro que nada es fijo y nuestras mismas posiciones cambian. Los “camisetazos” políticos no sólo son de los actores políticos, sino de los ciudadanos comunes y corrientes, que una vez levantan una bandera política y en otra toman la bandera del que detestaban.
Alguna simpatía y posición política hemos de asumir en al vida. Pero que no debe ser motivo de enojo ni de ultraje. A veces podemos coincidir, pero en otras no. Tenemos que vivir en constante debate y controversia. Hay que saber discrepar con altura, eso sí.
Y lo peor es que no hay como ser ni escéptico, porque también se sufrirá achaques y acusaciones. (O)