¿Ya le preguntaron por quién va a votar?
07/12/2020Campaña electoral y posverdad
16/12/2020¡Qué difícil resulta escribir o hablar sobre Diego Armando Maradona sin caer en la redundancia o sin rozar ideas similares previamente construidas! Igual de complejo es hablar de él sin ser argentino para poner sobre una balanza emociones generadas por sus decisiones, emociones convertidas en endémicas de Argentina. Fue, es y será un personaje único, capaz de quedar inmortalizado por lo que hizo; todo lo “bueno” como todo lo “malo”. Artífice de gestas y polémicas, productor de actos admirables y reprochables. Lo uno jamás podrá borrar lo otro. Al contrario, cada elemento se adhirió, cada polo se complementó, forjando al mismo jugador y persona.
El tiempo en los verbos deja de ser importante, podemos referirnos a él usando el presente, conscientes de que cualquier situación puede plasmarse al pasado y ejemplificarse de lo que seguramente sucederá en el futuro. “El más humano de los dioses, el que más se parece a nosotros” decía Galeano. Una descripción adecuada, no solo envuelve la parte positiva, sino, como el escritor describe: “Era un Dios mujeriego, parlanchín, borrachín, tragón, irresponsable, mentiroso, fanfarrón”. En esta cita se sintetizan las dos caras de Diego. Un ser humano común y corriente, pero sin equilibrios y que toda su vida fue “blanco o negro, nunca gris”.
¡Qué difícil es hablar de alguien a quien homenajearon miles de deportistas de todas las disciplinas! Alguien a quien, artistas como Manu Chao o Calamaro, le dedicaron una canción. Alguien a quien, escritores como Galeano o Caparrós, le dedicaron más de una reflexión. Alguien a quien, Kusturica o Kapadia, le crearon documentales inmejorables. ¡Qué difícil escribir sobre una persona a la cual conocen hasta en el sitio más recóndito! y más para una persona que creció con la subjetividad de un amante del fútbol y que colocaba a Diego como un referente en este deporte considerado “la cosa más importante de las menos importantes” según Valdano o Arrigo Sacchi (depende a quien se elija como autor), e ignorando temas más “relevantes” como la política o la igualdad de género.
Para bien o para mal, estos últimos son casi impropios de la niñez y de la adolescencia, mientras que el fútbol se convierte en unos de los pocos temas compartidos por niños y adultos con relativa libertad. La mayoría de hinchas del fútbol crecimos entonces pensando que Maradona era un ser maravilloso e irrepetible, capaz de transformarse en una forma de tiempo y espacio: ¿Dónde estabas cuando Diego hizo los goles a los ingleses?, pregunta más de uno. Así mismo, se transformó en una manera de comunicarse: si un argentino viaja a cualquier país donde no se hable castellano no lo entenderán, mas si pronuncia las palabras mágicas “Diego Maradona”, al menos sabrán de donde viene. No nos equivocamos: ¡es irrepetible! Pero ¿maravilloso? quizás solo la pelota que no se mancha.
Además de ser parte de la historia del deporte, su huella queda registrada también como un ser humano con una gran capacidad de discurso, admirable por donde se le mire. Generador de tantas frases históricas que abren la posibilidad de escribir cientos de libros y que miles de programas se provean de contenidos para el análisis. Se equivocó de muchas maneras, no hay objeción. Tuvo actitudes que nos hacen pensar si realmente fue una buena persona o todo lo contrario. Sin embargo, su legado es indiscutible. Incluso si reflexionamos sobre sus desaciertos, podemos ejemplificar cómo un ser virtuoso y hábil puede despersonalizarse al inmiscuirse en el peligroso mundo de la drogadicción y lo poco que se habla de aquello. Se equivocó con muchas personas, con mujeres, con su propia vida, pero si algo debería quedarnos claro es que, a palabras de él, “nunca quiso ser un ejemplo”. (O)