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18/12/2020Nos preparamos para atravesar una campaña electoral atípica. La pandemia impedirá que se despliegue el acostumbrado esfuerzo en el cara a cara entre el candidato y el votante. Esto impulsará la acción en los medios digitales, ese otro espacio en donde pasamos tiempo y desarrollamos actividades que antes estaban condicionadas al espacio físico. Las campañas utilizarán las principales redes sociales para su acción y conviene preguntarnos si este cambio mejorará nuestra interacción con las ideas de los candidatos. Me temo que no, principalmente por tres motivos que tienen que ver con las características de las redes sociales:
La primera característica es lo que se llama ‘filtro burbuja’. Es el efecto de la utilización de algoritmos para que la información que pueda contradecir nuestras creencias nos sea ocultada sistemáticamente. De esta forma, el contenido que revisamos en las redes sociales no causa contrariedades y no nos impulsa a cambiar de aplicación, bloquear una cuenta o hacer otra acción que no sea precisamente seguir consumiendo información.
La segunda característica es que las redes priorizan la inmediatez por encima de la verdad. El valor que tiene una información en las redes sociales no está en relación con su veracidad, sino su velocidad, lo que importa es si se publica primero. Verificar la información puede significar que el post llegue demasiado tarde para que a alguien le importe. Como consumidores, no es que no nos demos cuenta de que hay un montón de mentiras en las redes, el problema es que estamos dispuestos a aceptar verdades a medias con tal de conocerlo antes. El contraste de la noticia es un lujo que pasa a segundo plano en el mundo de las redes.
La tercera característica está relacionada con las anteriores y es que las redes privilegian contenidos emocionales, vinculados a las creencias propias. Los datos objetivos son menos influyentes en la construcción de la opinión pública que los llamados emocionales que refuerzan creencias propias. En esto se basa la posverdad: el poco apego a la realidad.
Con estos elementos como marco en el que se desarrollará el quehacer de las campañas electorales, los grupos políticos estarán armando sus estrategias con estos elementos. Habrán construido una narrativa propia que no incomode y otra narrativa de ataque contra los adversarios que apele a las emociones. Como resultado tendremos aspirantes al voto preparados para apelar sin rubor a un discurso que les beneficie. El ciudadano consciente se acercará a los planes de gobierno y la mayoría será arrastrada por la historia que le haga más sentido. (O)