
Todo lo demás: Itinerario del asco
23/11/2020
LA OTRA OPINIÓN
27/11/2020Que es un femicidio sino el reflejo de una sociedad violenta, de estructuras que culpabilizan, de normas e instituciones informales que imponen sobre los cuerpos las marcas de sus creencias y sus dogmas, y que se replican en el comportamiento y además en las instituciones formales. La única patología que sufren la mayoría de femicidas es social, por eso es un error tratar de tildar de enfermos a individuos que son producto de un sistema violento contra las mujeres, porque esto convierte el problema en individual y oculta sus causas estructurales.
Vivimos estructuras hechas para imponer dominación sobre las mujeres: la iglesia que mira a la mujer como sumisa, como obediente del marido, y la condena al amor eterno pase lo que pase; la educación, que no se desprende del dogma y la asignación de roles impuestos que nos ponen en desigualdad, quitando a unos la posibilidad de sentir, volviéndolos incluso violentos para demostrar su hombría; mientras a nosotras nos dan la obligación de la maternidad, del matrimonio, del cuidado, y ha reducido a lo mínimo nuestro espacio y participación en lo público.
Somos maternizadas sin importar de qué forma, da igual si fuiste violada, o si tu concepción fue por amor o por descuido; al final los hijos son sagrados no importa como vengan; y ojalá, Dios quiera, que sean emprendedores, trabajadores; aunque al final da igual si llegan para morirse de hambre, porque el que “es pobre es porque quiere”; un símil con la mujer violada, que ¡algo haría!
Mujer política, o mujer pública como dice la RAE es prostituta; o catalogada como mala madre, el peor de los insultos como si nuestra única y exclusiva misión en la vida fuera la reproducción; la sociedad nos obliga a masculinizarnos para darnos cabida en el espacio público sobre todo en cargos políticos y de dirección, y quien se atreve es fuertemente criticada por ser mujer no por su capacidad, y criticada en su sexualidad.
La justicia, ¿hay justicia?… El sistema judicial y la sociedad son quienes juzgan en base a normas, dogmas, restricciones, roles, que no deben ser violados: las mujeres usan vestido, pero no muy corto; puedes salir, pero no hasta tarde; puedes jugar, pero solo con ciertos juguetes y no “machonadas”; no puedes festejar; no puedes andar “sola” pero tampoco con muchos amigos; tienes que conocer a alguien solo para casarte, pero no andar con desconocidos…
Cómo será cuando se resignifique el trabajo, el amor, la espiritualidad, la cultura, y no tengamos estructuras violentas ni en la casa, ni en la calle, ni en el Estado, ni en la justicia. Cuando no se oculte la explotación doméstica como amor, los celos y la posesión en muestras de cariño, la violencia como familiar; a los femicidas como enfermos…
Como será cuando ya no conozcamos más eso llamado feminización de la pobreza y tengamos igualdad de condiciones y derechos; cuando valgan más las personas por ser humanos que por lo que tienen o por lo que valen para el mercado; cuando los cuerpos dejen de ser propiedad, propaganda, mercancía sexual; y la institución del matrimonio se convierta en compañerismo para la vida y la crianza si se decide; cuando las mujeres no tengamos más miedo de salir a la calle; o peor aún en nuestras propias casas….
¡Tantas cosas por hacer! Podemos empezar por resignificar el amor, dejar de pensar que las mujeres porque aman más, cuidan, lavan, planchan, cocinan, tienen hijos, obedecen, se “sacrifican” y comenzar a compartir tareas, cuidados, trabajos; dejar de imponer juegos y conductas a nuestras niñas y niños y con ello afirmar esquemas de desigualdad y violentos. El amor será libre o no será, será compartido o no será, será deseado no impuesto; y sobre todo el amor será amor no dominación… (O)