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09/11/2020Si consideramos a la violencia de género como una patología social, también se la podría categorizar como sisdemia, cuyo factor concurrente sin duda es la pobreza. Y es que si bien, la violencia de género afecta a mujeres independientemente de su status social, la clase es definitoria en aspectos como la educación, el acceso a información, al sistema de justicia, la economía y los medios con que cuenta una mujer para salir de círculos de violencia, e incluso la repercusión mediática y social que un caso de femicidio puede o no tener, en una sociedad en donde la plata determina tus accesos.
Vivimos tal miopía societal, que, en lugar de cuestionarnos frente a las causas de un femicidio, reclamamos a las organizaciones feministas sobre lo que hacen o dejan de hacer frente a uno u otro caso, cual si fuera responsabilidad propia; pero poco hacemos por cambiar y por exigir al Estado que actúe sobre un problema público como es la violencia contra las mujeres.
Hoy, dos, tres, cuatro, cientos de femicidios han pasado; y cambiamos el marco de Facebook y hacemos un post, y comentamos, y con eso “saneamos” la conciencia; y así una y otra vez. Incluso intentamos pensar en qué sentirá la familia y osadamente hasta en que sentiría la víctima. La mayoría de veces no logramos transitar de la pena y la compasión, y a lo mucho de la rabia…
Poco nos convoca la lucha por una mejor sociedad, y la exigencia y cuestionamiento frente a un Estado feminicida. Durante este 2020, el Gobierno disminuyó en un 84% el presupuesto para la implementación de la “Ley para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres” y ¿dijiste algo? La educación y sus dogmas siguen reafirmando estereotipos de género, pero no nos interesa porque no entendemos. Nos venden y nos compran en llantas y cervezas; y por ley divina fuimos hechas para servir en la casa y ser la propiedad del otro. Vivimos en una sociedad que desde todas sus estructuras mercantilizan la vida y los cuerpos de las mujeres, y nos vuelven propiedad de uso y de deshecho.
Casos como el femicidio de Maribel ocurren a diario, y quizá nada sea suficiente para borrar el dolor de los suyos; pero asumamos el deber de honrar la memoria de las víctimas, y convoquémonos para exigir cambios fundamentales, en la educación, en las formas de interrelacionamiento, en la comunicación, en el sistema de justicia; para que en algo podamos resarcir a sus familias. (O)