Hoy en día, gran parte de los alimentos producidos en nuestro planeta son consumidos en distancias muy lejanas a su lugar de producción. En reportes realizados en los últimos cinco años se estima que el sector agropecuario es responsable a nivel mundial del 70 por ciento de uso de agua, el 40 por ciento de uso de suelo, el 30 por ciento del total de energía empleada y el 70 por ciento de uso de fertilizantes.
Estos datos reflejan un impacto negativo directo sobre el uso de recursos, la biodiversidad y los ecosistemas. Además, de los 4 billones de toneladas de alimentos producidos, se desperdicia hasta el 50 por ciento; y a la par de este valor en el planeta, una de cada nueve personas en el mundo está subalimentada o sufre por deficiencias de micronutrientes.
La economía circular es un modelo productivo y económico, que se enfoca y analiza qué tan regenerativos y libres de desechos son tanto productos como servicios. Desde un modelo circular podemos repensar la forma en la que estamos extrayendo materias primas, generando productos o servicios e impactando sobre nuestro ambiente. El modelo circular monitorea entradas y salidas, procurando obtener su máximo valor durante toda la cadena de suministro hasta el final de su vida útil. En un esquema de economía circular ideal, los materiales fluyen en ciclos indefinidos, la energía proviene de fuentes sostenibles, los servicios de los ecosistemas son aprovechados de forma eficiente y todos los recursos del sistema generan valor, dando como resultado los beneficios sobre la economía, el ambiente, la salud humana y la sociedad en general.
En Ecuador, el sector agropecuario conjuntamente con la silvicultura y la pesca representan el cuarto sector económico más importante. Es por ello que surgen varias ideas al momento de repensar a nuestro sistema agropecuario desde un modelo circular, empezando en los cambios de los patrones de consumo, desde lo global hacia lo bio-regional, favoreciendo a proveedores y productores locales, optimizando los recursos logísticos y energéticos (sistemas de refrigeración y de transporte), lo que además ayuda al desarrollo de una economía local resiliente. Así también, el que los productos deban desplazarse menores distancias en un menor tiempo, garantiza su calidad y mejor aprovechamiento. Otra posibilidad, especialmente dentro de la silvicultura, es aplicar principios de cascada, los cuales permiten crear valor agregado, y a la vez, contribuyen a una mayor eficiencia de los recursos naturales durante todo el ciclo de vida del material; desde la extracción de recursos, el consumo de productos, hasta su fin de vida.
En Ecuador, entre el 60 y el 65 por ciento de residuos generados en nuestros hogares son de tipo orgánico y provienen del sector agropecuario. Todas las posibilidades existentes en torno a la generación de valor sobre los subproductos y residuos se insertan dentro de prácticas circulares. Si bien nuestro país ya está planificando la ruta hacia un sistema de economía circular, todavía resulta muy novedoso hablar sobre esta temática para muchas personas, y más aún en el sector agropecuario. Estamos definiendo las bases, pero aún hay un largo camino para levantar información que nos ayude a la formulación de políticas y métricas locales para su control y optimización. La economía circular desde todas sus aristas nos lleva a cuestionarnos nuestro rol como sociedad en torno al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y lo dispuestos que estamos a vivir conceptos como: huella ecológica, biocapacidad, bioeconomía, glocalización, entre otros. (I)