La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) nace como una respuesta a las expectativas sociales sobre el comportamiento empresarial. Desde su introducción en 1953, este concepto ha evolucionado y se ha adaptado a diferentes contextos económicos, sociales, políticos y ambientales, por lo que en la actualidad no existe una definición única.
La comprensión de la RSC pasó de ser una decisión voluntaria de los empresarios a ser percibida como una necesidad estratégica para incorporar aspectos de sostenibilidad en las prácticas empresariales. A finales de la década de 1990, la RSC se vinculó directamente con el concepto de Desarrollo Sostenible mediante la introducción del “Triple bottom line”, el cual dirigió la RSC a «la búsqueda simultánea de la prosperidad económica, la calidad ambiental y la equidad social” y motivó a las empresas a mirar más allá de los objetivos tradicionales de lucro, reconsiderando sus impactos en la sociedad y el medio ambiente.
En el año 2000, la adopción de los objetivos del milenio y la creación del Pacto Mundial de las Naciones Unidas asignaron responsabilidades más amplias a las empresas, principalmente en términos de derechos humanos y laborales, medio ambiente, anticorrupción y desarrollo sostenible. A partir del 2010, el Acuerdo de París, el lanzamiento de la agenda 2030 y el planteamiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), otorgaron a las empresas un mayor protagonismo y nuevas responsabilidades relacionadas a los esfuerzos globales para alcanzar un desarrollo sostenible. Como resultado la RSC fue considerada como una vía para abordar estas nuevas responsabilidades.
En los últimos años, la relevancia de la RSC en las empresas ha aumentado enormemente, representando no solo una oportunidad de negocio, sino también un reflejo de las expectativas de la sociedad, demostrando una conexión entre el éxito empresarial y la sostenibilidad. En este contexto, un número creciente de empresas han incluido aspectos de sostenibilidad en sus prácticas de RSC. Sin embargo, la falta de acuerdo sobre su definición, fundamentos básicos, y un marco de evaluación claro, dificultan la adecuada operativización de la RSC en las diferentes áreas del desempeño corporativo que permitan a las empresas vincularse al cumplimiento de los ODS y transparentar el impacto de sus operaciones y actividades en la sociedad y su entorno. (I)